SU ASPECTO ES CRIMINAL, SU CORAZÓN DIVINO

Artistas: Eugenia Calvo, Susana Gamarra, Verónica Meloni, Elena Loson, Lucas Di Pascuale, Ivana Vollaro

MUNAR I Galería HACHE y El Gran Vidrio I 2018

Apoyadas en el piso, colgantes y sujetas a los muros. Casi todas de color plomo. Algunas más o menos distantes de sus referencias. Salvajes y leves. Firmes y endebles. Estas obras agitan la escritura, unas se valen de la palabra, otras de una materialidad asociada al registro impreso, e incluso hay algunas traducciones del sentido de los objetos.

Los trabajos de Elena Loson tienen la condición de doble agente. Piedras, bloques y páginas oscuras; sus piezas, todas de grafito, son un desdoblamiento del dibujo que se vuelve material de escritura y superficie de impresión al mismo tiempo. Todo lo que rozan lo tiñen de gris. De la fricción resultan las líneas rojas de Susana Gamarra, quien con la presión de sus dientes, recupera de un modo salvaje el acto primario de la escritura como huella, con una mínima distancia indicial. Y en la suma de intensidades, como una olla a presión, Verónica Meloni incrusta, escribe rajando la pared con tinta negra y hoz, inventa un grafismo exagerado para un tiempo urgente. La letra con cartel entra.

Del cartel al afiche, del afiche a la publicidad, las fotos e ilustraciones random de Gamarra agitan sus conexiones mentales, como un oráculo, sus ideas asoman a fuerza de repetición. En cambio, Lucas Di Pascuale lanza una sola sentencia precisa, y lo hace paradójicamente con un papel calado, un ejercio manual austero. Así, nombra y proyecta una ética forjada con paciencia.

En la dirección del mínimo recurso, un poema circular sobre un recorrido sin fin, Ivana Vollaro escribe las superficies con ligero humor. Recurre a una figura redonda para abrir el poema hacia el dibujo y el muro. Sus señalamientos decoran los límites, parodian la exclusividad y la apariencia. Cuando divide, está uniendo los lados de un plano. Las sogas amarran, contienen, separan, se saltan y se trenzan. Como la luz del cartel de Meloni, que activa un ruido blanco, una presencia.

El sigilo de una escoba rozando el piso, los movimientos de las cosas vagas. Eugenia Calvo sujeta un espejo con firmeza metálica. Aunque los reflejos continúen su dirección, ella marca, define superficies y trayectos. Coreografías domésticas, fábulas musicales, sus gráficas diseñan un ritmo diario.

Lucas Di Pascuale insiste en acumular movimiento y tiempo, con una tenacidad parecida a la de color negro. El dibujo total. Y también su contraste. Trazos recursivos, papeles plagados de capas de birome. Y un mínimo grafismo que crece en la simpleza de una letra, quizás sea su valor conector lo que hace crecer el trazo. Como la ampliación de Vollaro, una síntesis generosa de sus marcas poéticas.

Un poema dice que escribir se trata de reponer la distancia / entre lo que esperábamos y lo que hay[1]. Cada obra repone aquí alguna lejanía. Arrojadas a lo propio, como piedras al sol.


[1] Eloísa Oliva, El año de los psicotrópicos. Ed. Neutrinos, 2017.

Ph Nacho Iasparra