Moria Galería I Noviembre 2023
Pasaron casi dos años desde que iniciamos esta conversación con Cotelito. Atravesamos la pandemia y luego su segunda paternidad, por lo que el calendario se volvió un elemento plástico más. No es una novedad decir entonces, que este noviembre nos encuentra en nuevos lugares si reparamos en aquellos planes. Tampoco que el vértigo del presente nos tiene corriendo sobre la delgada línea que separa el caos de la necesidad de vivir mejor. Algo así como dejar de ser clase turista de la propia vida. Y por supuesto, frente a la realidad también podemos fingir demencia. En cambio, Cotelito opta por un viaje sentimental que transita desde el presente hacia ese lugar tan lejano y extraño como es la infancia, donde buceamos sin poder volverla a encarnar jamás y a la que volvemos como refugio de ciertas imágenes pero ante todo, como fuente de las emociones.
En esta nueva serie de pinturas el artista profundiza en el imaginario fantástico y metafísico de las últimas obras, sin embargo, el paisaje y sus personajes se sintetizan cada vez más. Ya no hay humanos, y los extraños seres toman el protagonismo por sobre el contexto apenas sugerido por un leve horizonte. Una línea y dos colores son suficientes para crear estos entornos, una mínima expresión del paisaje donde los seres carismáticos se alzan con un ánimo tierno como la experiencia sentimental total. Narraciones en un solo cuadro y un surrealismo casi geométrico, estas pinturas funcionan como la poesía minimalista, la fuerza de una imagen poderosa crece gracias a la austeridad de su trazado. La imagen que Cotelito viene desarrollando en su obra, paradójicamente se hace más grande en esta exposición cuando disminuye su narrativa, cuando asume no perseguir asuntos edificantes. Su mayor ambición parece orientarse hacia esa memoria inocente, ese momento que podemos identificar con la niñez y que goza de los beneficios de la ingenuidad. Pero ojo, no se trata del arte ingenuo como estilo, de amateurismo, de temas simples, y de cierta visión nostálgica del arte. En Cotelito la ingenuidad es su gran ambición. Se trata de un paciente trabajo que comienza con el dibujo y la exploración de la línea y la forma en su máxima virtud sintética, y continúa con la creación de atmósferas orientadas a una emocionalidad precisa: la del bienestar.
Las breves escenas de ensueño que rondan en esta muestra se organizan desde la claridad vibrante del día en la primera sala, a la estrellada y profunda vigilia de la segunda, todas con ese aire de verano que empieza a sentirse en ésta época. Lágrimas de perla y alegría, una lava rítmica que brota de una chimenea, un anís estrellado superpoderoso, lunas gimnastas haciendo equilibrio, un cuadro dentro de otro cuadro flotando como una nave nodriza, es inevitable pensar en ciertas referencias contemporáneas como Alzettta y Pombo, en algunas históricas como en los horizontes solemnes de Aizenberg y en la elegancia internacional de Jean Arp. Aquí, la pintura y sus amigas la pasan bien.
Sentimental es un viaje hacia dentro sin saber cuán lejos queda eso y sobre todo es una invitación a dejar las preocupaciones descansar. No es casual que estas escenas aparecen con más frecuencia desde la vivencia de la paternidad del artista y el encuentro cercano del tercer tipo con la inocencia de sus hijes. Ahora, mientras estas pinturas están aquí viviendo su vida, en alguna radio podría sonar la voz de un jóven Ringo Starr cantando gonna take a sentimental journey / gonna set my heart at ease / gonna take a sentimental journey / to renew old memories.
Ph. Santiago Orti