Para ¡Oh, Tristeza!, colección de libros de artistas dirigida por Malena Pizani y Pilar Villasegura, editorial Slow Motion Detonation.
10 hs
Es domingo y ella desayuna mientras lee el diario, lo hace desde que era una niña. Sí, una niña adulta. A menudo, un hábito puede transformarse en un retrato, y este podría ser el de su pelo despeinado, la cara apoyada en su mano derecha con un semblante tranquilo, el café negro, la luz que rebota en la pared, y yo a su lado, observándola. Es inquietante cómo una suerte de intimidad es al mismo tiempo compartida con miles. De repente, ella se levanta hacia el gomero que acerca sus hojas cada vez más a la ventana, imagina que crecerá tanto que romperá la loza para dar sombra al edificio entero y vendrán los pájaros y los cirujas a buscar alimento. Observa los tréboles morados que abren de día y por la noche se pliegan, una coreografía solar, también un poco obvia, algo difícil de asociar con una virtud humana. Incluso la muerte necesita de la literatura para que se vuelva menos ordinaria.
14 hs
Estamos en marzo y dicen que desde hace 117 años no hay registro de un calor inmundo como este. No se parece a nada. Todo es sol. Los techos arden, bajan los perros endemoniados por Avenida Belgrano, las sombras se recortan duras sobre las veredas goteadas por las mangueras de los aires acondicionados. Ella no hace otra cosa que asomarse a ver el cielo desde la ventana, ya no sale, no piensa en salir. Tal vez se parezca a un mal viaje, o a una temporada en el desierto, ese lugar ideal para la despersonalización, diría Jabés. Un aguacero, días nublados, cambiar de tema, pocas veces todxs necesitamos lo mismo. Esto también es histórico.
18 hs
Ahora está tumbada sobre la cama en el cuarto oscurecido por las celosías, mira el techo, solo se escucha mi cola barrer el piso. Entre la quietud y la acción navega un buque de carga llevando las cajas de la productividad, de la recreación, del bienestar, y de las bebidas. Agarra el celular un rato largo, se pone de costado, “dale, hablamos en la semana”, “vamos viendo, yo igual te aviso antes”, la luz del teléfono se apaga lentamente. Las negociaciones diarias abundan, si no está contando historias, son baldosas, cruces o gallinas. Al final de la tarde va hacia el pasillo que une los ambientes de la casa, a los dibujos les prende velas.
00 hs
El sexo y regar las plantas son los únicos momentos libres de ansiedad que ella conoce. Afuera, el deseo como commodity. ¡Oh tristeza! Soy el íntimo refugio. Mi color es el negro.
Malena Pizani ……………………………………………………………………………………………………….Ulises Mazzucca