Colección CLM I Artistas: Lucrecia Lionti, Valeria López y Santiago Villanueva I Diseño: Cecilia Salomón
Hay quienes dicen que una colección puede fundarse y vivir bajo criterios tan personales como universales, si bien la lectura en reversa diría que la genealogía de los museos da cuenta de cómo los gustos personales de mecenas conformaron la visualidad del canon –considerando que los museos centrales se basan en colecciones privadas–. En cualquier caso, la deriva turística de tales instituciones no deja de confirmar la centralidad de esas miradas localizadas. Historia particular es la primera exposición de la Colección CML, iniciativa de tres coleccionistas de la ciudad de Córdoba que emprenden el desafío de crear un acervo colectivo, exhibiendo sus primeras adquisiciones en el subsuelo de un edificio en construcción, en una esquina histórica de la ciudad. Sin tensar demasiado el arco, hay a la vista una relación entre la acción filantrópica que se comparte públicamente y el lugar donde esto se realiza: una propiedad privada en su fase constructiva, emplazada en unas coordenadas concretas y simbólicas, caras a las historia provincial como es el cruce de Colón y Cañada. El arco vibra cuando se trata de ir de lo personal a lo colectivo y de la propiedad privada a la vida pública.
Coleccionar, muchas veces, es un goce que se comparte. Todos coleccionamos. Desde libros, plantas, tickets de recitales hasta obras de arte y experiencias, pero en cada caso la posibilidad de constituir patrimonio y dar cuenta de la cultura de una ciudad y de un tiempo, atraviesa retos particulares. Lo curioso es que bajo diferentes formas, parece nunca perder vigencia comunicar las fuerzas a partir de un acervo. Mostrar lo propio, pero también y al mismo tiempo, eso propio puesto en común.
Historia particular reúne obras de Lucrecia Lionti, Valeria López y Santiago Villanueva, artistas contemporáneos de diferentes provincias argentinas, nacidos entre el estreno de Esperando la carroza y la Ley de Convertibilidad. Cada artista cuenta una historia, desde el plano íntimo en el caso de Lionti, a circunstancias de prácticas artísticas locales en el archivo de López, hasta narrativas de la historia del arte argentino, en la instalación de Villanueva.
Colección privada (2014) de Lionti reúne un muestrario de ideas, texturas, operaciones dentro de un gran armazón de bastidores, desde donde resuena el eco de la pintura que sus obras evocan. El ejercicio de conservar una colección personal de diversos materiales guardados por la artista durante un paréntesis temporal breve, disperso aunque intenso. Una Colección privada para evitar que se fugue la memoria chiquita.
Valeria López, con Archivo Colección LSQH (2018) también intenta fijar a través de la investigación un conjunto de obras que, a diferencia de lo anterior, es eminentemente público y se halla en una oficina gubernamental. La artista combate el incierto destino de estas piezas y jerarquiza esa acumulación espontánea e informal al nombrarla como colección. Con el archivo, la artista estudia a sus colegas y se se pregunta sobre la pertinencia de la pintura como instrumento documental.
La instalación de Villanueva, ¡O descifras mi secreto o te devoro! (2016) está compuesta por una pequeña colección de obras de artistas históricos argentinos que adquirió a través de Mercado Libre. Sus aportes a las narrativas menos protagonistas de la historia del arte argentino, se orientan a remover el polvo del canon con un brillo parecido al de las golosinas. Y al mismo tiempo, con el circuito de adquisiciones simplificadas vía internet, el artista contrasta el aparato burocrático. La institución como voluntad.
Pintura carnet
Una característica de la fotografía que todos tenemos en el DNI, es esa mirada que se dirige hacia el frente, determinada, la imagen más concreta y al mismo tiempo más irreal de la identidad. Valeria López, en los últimos años de su producción, mira hacia lo que esté frente a ella con una lejana perspectiva. Pensar la actualidad de la pintura y reflexionar sobre la construcción de una colección en el contexto contemporáneo local son, en síntesis, sus menudas preocupaciones, muy características del matrimonio entre la Docta y sus artistas.
Archivo Colección LSQH (2018) reúne la investigación técnica alrededor de un frágil conjunto de obras derivado de la residencia artística municipal “La Sala Que Habito”, que comenzó a funcionar en el año 2013 y tiene continuidad en la actualidad. Una sala del Cabildo Histórico de Córdoba se destina como espacio de producción artística y allí, durante la residencia, el habitante trabaja en su obra a puertas abiertas, a la vista del personal municipal y de los visitantes del edificio patrimonial. Al finalizar la experiencia, lo que empezó como algo espontáneo deviene en una condición de hecho: cada residente dona al municipio una obra realizada durante esta estadía. Salvo por muy pocas excepciones (aquellos casos en los que los residentes no donaron obra), la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Córdoba tiene en su haber dieciocho obras de artistas contemporáneos, la mayoría con domicilio cordobés. Valeria López fue artista residente durante el año 2018 y desde la pintura fotorealista registró, cual documentos, cada obra que ingresó como donación. Cada pintura de López reprodujo una a una las piezas de sus colegas, para lo que realizó, en simultáneo, un trabajo de archivo que incluye datos técnicos de cada obra y una investigación sobre sus respectivas paletas de colores.
Siempre pintando, López acciona desde procedimientos más amigos de la metodología de la investigación que de la deriva incauta. El archivo que aquí se exhibe –y que, como todo archivo en el arte, no goza especialmente de espectacularidad– es el documento de una práctica tan generosa como crítica, y opera como llave duplicada para acceder a historizar el arte cordobés reciente y sus circunstancias. Archivo Colección LSQH es una pesquisa que ofrece material para nuevas preguntas. Con esto se abre el otro sentido del trabajo, al reconocer que su práctica –tan autoconsciente– se dispara desde los conceptualismos hasta la institución arte, es especial las colecciones. ¿Cómo, por qué, desde dónde, cuál es la diferencia entre públicas y privadas, qué volumen de obra es verdaderamente significativo para fundar una colección? Estas preguntas, de carácter universal, son viejos mantras que se repiten en las piezas del Archivo Colección LSQH, haciendo equilibrio entre el estatus informativo y el estatus estético, entre la neutralidad del registro documental y la transparencia u opacidad del material.
Las obras donadas de la “colección LSQH”, descansan en un estante de una oficina municipal que se parece bastante a esos espacios domésticos dedicados a recuerdos de viajes, trofeos de campeonatos infantiles, objetos olvidados en una empresa de transporte de pasajeros. Por la gracia de esta artista, las imágenes que constituyen su archivo y la información contenida en cada una de ellas, se desdicen del indolente destino.
Sentimentalmente para remediarlo
Colección privada (2014) de Lucrecia Lionti, se compone de una secuencia de bastidores que reúnen elementos personales de la artista, cuya premisa, aunque intuitiva, trató de organizar esos materiales sobre un mismo plano, como quien ordena todo arriba de una cama para poder ver –y disponer– mejor. Siete bastidores, colocados cual rompecabezas, que contienen dibujos, textos, bordados, entre otros elementos pertenecientes a la artista y conservados entre los años 2010 y 2014. En algo más de cuatro metros, se puede ver desde un boceto de escultura, hasta collages y dibujos ajenos, pequeñas piezas con frases (muchas de ellas hechas durante una residencia-taller que Lionti compartió con colegas durante el año 2012). Numerosos apegos afectivos que el devenir de la práctica artística, como una corriente, le habría acercado.
Telas, collar de perlas, cachivaches de pequeño formato suman una variedad de materiales cromáticamente hermanados por una paleta caqui. Esta obra de Lionti se expuso por primera vez en Dictamen de minoría (2015), una muestra en la que participaron además Ad Minoliti y Mariana López, realizada en el Museo Parlamentario en Buenos Aires con curaduría de Juan Laxagueborde. En el texto de la exposición, escrito por las mismas artistas bajo la forma de un dictamen, Colección privada es descripta como “una estructura con bastidores de madera que sostiene papeles y telas en las que se registran frases e imágenes de diferente campo, tenor y modo”. Antes, se aclara que las obras participantes no “merecían la connotación de dispersas” aunque también acordaron que debían ser “no homogéneas ni delimitadas por un concepto único directo y único”. En el texto, paródicamente burocrático, Lionti abraza con literalidad el estado de “inclasificación” de esta pieza en el contexto de su propia producción. Colección privada se distingue ligeramente de sus otros trabajos porque la belleza a la que parece nunca renunciar, esa que logra el mashup perfectamente sincronizado entre lo romántico, lo precario y lo celebratorio, se inclina hasta acoplar.
Podría parecer también el reverso de una pintura o de varias, o la forma más inconsciente (por no decir brutal) de una evocación a lo pictórico, esa que con gracia despliega en piezas textiles, que junto a sus dibujos y pinturas son las más representativas del trabajo de Lionti. Colección privada es su única obra en bastidor y se acerca a una experiencia sentimental, con urgencia juvenil. Una poética confiada al orden de los fragmentos, un “mini archivo” como dice ella, una colección de gestos integrados y atados hasta con alambre.
La memoria partida de una chica flota suspendida en el espacio y en el peso de las cosas (o de sus referencias) se declara la íntima jerarquía que impone el tiempo. Un ritual sanador para mentes que se inquietan con recuerdos.
Historia presidente, ortopedia al poder
Santiago Villanueva en el año 2016 inaugura en la galería Isla Flotante ¡O descifras mi secreto o te devoro!, como parte de un ciclo que incluye tres exposiciones anteriores: 1930 en el museo La ENE (2011), en la Galería Abate 1931 (2012) y No hay futuro sin memoria (2014). Villanueva expone un eslabón más de su programa poético, el de investigar microrelatos históricos para intervenir en esas narrativas, desnaturalizar la historia con mayúscula desde dispositivos textuales y visuales que giran en torno al patrimonio y la tradición. Su voluntad de reescritura, por entonces de la mano de una atmósfera nacional revisionista, tiene tanto de perspectiva crítica como de juego de azar. A veces se gana otras no.
En su trabajo confluyen la historia del arte argentino, el derrotero de las instituciones culturales y sus respectivas coyunturas políticas espolvoreadas con agudeza, y en esta obra en particular se encuentran y se miden desde cierta llanura.
En esta exposición Villanueva resigna las diversas operaciones artísticas de las que otras veces se valió para transformar un documento en una pieza nueva, y decide exponer directamente obras originales de Eduardo Barnes, Enrique de Larrañaga, Raúl Rossi, Orlando Pierri, Ernesto Scotti y Bruno Venier, todas piezas compradas por él en Mercado Libre. Pintores que integraron o rozaron el grupo Orión están allí expuestos bajo las obsesiones de Villanueva, que esta vez invierte la clásica pregunta sobre cómo el contexto determina al arte, para imaginar, en cambio, cómo el arte modifica la política. En este sentido, su hipótesis fantástica fue pensar que Orión habría modelado la visualidad del peronismo. Destinada a la fábula, el desarrollo de esta idea mantiene la constante febril de sus hipótesis: Villanueva, como él mismo lo ha dicho, desplaza cosas de la historia del arte como si fueran muebles dentro de una casa. Un Feng Shui iconográfico.
Así, revisa el surrealismo doméstico que a Buenos Aires llegó en un barco, rezagado respecto al francés. La clave para evocar esa demora se la susurran aquellos artistas que en su momento dijeron: “si no llega el surrealismo a Buenos Aires puede ocurrir una catástrofe. La vanguardia ya no es avanzar sino evitar una tragedia mayor”. Ese dramatismo se mantiene en el título de esta obra que, al mismo tiempo, es el comienzo del libro más famoso de Carlos Astrada. Aquel que consagra al pensamiento nacional como dispositivo político central (hoy chismosamente llamado relato). La obra incluye una serie de siete textos de salas que exploran las posibilidades de la escritura para nombrar ese secreto que finalmente, y para nuestra tranquilidad, siempre se mantiene a salvo: la vida de una obra, lo que un paisaje puede decir, o lo que el viento se llevó.
Por la escala de las piezas y su disponibilidad en Mercado Libre, Villanueva deduce que son del tipo de arte consumido por la clase media, que vistió sus livings con ellas haciéndolas convivir con sus dilemas domésticos. La obra (cual fuese) se viste según su condición de clase y asume un destino. El trabajo de Villanueva no intenta tanto revestir de nuevas condiciones a las piezas, como sí poner en evidencia las preguntas que subyacen en sus acciones como artista y como curador. En especial, las que refieren a qué tipo de obras y qué tipo de materiales pueden funcionar como aparatos que disloquen la metodología de la historiografía tradicional. En ¡O descifras mi secreto o te devoro!, esa obsesión adquiere su mejor momento cuando una de las pinturas es vecina de un par de muletas. Y con muletas, el artista dice ortopedia, que funciona no tanto como prótesis de los huesos de la Historia, sino como forma nueva y ajena que haga traccionar al cuerpo a través de un movimiento ya no idéntico, ya curiosamente diferente.
Colección CML
Colección CML, iniciada en el año 2017 en la ciudad de Córdoba, es un acervo privado y colectivo de Marcos Comamala, Pablo Martinazzo y Alejandro Londero, que difiere de sus respectivas colecciones individuales y que en esta exposición hacen pública por primera vez.
Colección CML es un curioso caso del que se desprenden algunas consideraciones. La primera es pensar sobre la necesidad de estos tres coleccionistas de construir un espacio colectivo en la forma de una colección que, como señalábamos recién, se diferencia respecto de las individuales. En este sentido, una primera hipótesis daría cuenta de la necesidad de accionar en conjunto como un valor extraordinario, quizás más vinculado a las prácticas artísticas, al activismo o a una reunión de consorcio que a una colección de arte. (En esta línea, aún parece muy temprano para analizar las diferencias en los criterios de adquisición).
La segunda consideración, es que este grupo de amigos a lo largo de los años recurre a acciones que implican un intento por desmarcarse de las prácticas del coleccionismo tradicional –si es que esto se pudiera– resonando con operaciones creativas y de gestión que observan en otros roles de este diverso mundo del arte contemporáneo. Luego de experiencias como el Colectivo Coleccionismo Federal (2015-2017), donde además participaron otros coleccionistas y a través del cual impulsaron becas y residencias para artistas de diferentes partes del país, la Colección CML es un nuevo eslabón de una secuencia de iniciativas que tiene como propósito compartir, accionar y visibilizar intereses y fuerzas desde el entusiasmo grupal dentro del coleccionismo de arte, que incluso en sus desbordes, parece ofrecer material para el fervor.
La Colección CML, según sus integrantes, no tiene ni tendrá una locación fija, ya que la conciben como una acción cuyo futuro se asienta entre la espontaneidad y el deseo por comprender la coyuntura del arte. Reponer la condición histórica de las prácticas de los artistas, debería triunfar frente a la exaltación de algunos coleccionismos protagónicos. La Colección CML podría ser, en definitiva, una forma de aprendizaje más que una consolidación de preferencias.
BIO ARTISTAS
Valeria López (Cipoletti, Río Negro, 1988) es artista, docente e investigadora, vive en Córdoba. Se graduó de Lic. en Pintura en la UNC y siguió su formación en múltiples talleres, clínicas y cursos. Obtuvo becas del FNA de Formación y para cursar el Taller de Producción y Pensamiento en Artes Visuales en CBA. Fue seleccionada para Residencia Sala Taller EAC y La Sala que Habito. Obtuvo distinciones en diversos concursos: 1°Premio 45°Salón de Tucumán; Mención Adquisición X Premio de Pintura BCRA; 1° Premio Salón de Pintura en M. Bonfiglioli; 1° Premio Salón Castilla León en C.C.Borges; Premio Obrar con Grupo Être. Realizó exposiciones a nivel nacional y local.
Lucrecia Lionti (Tucumán, 1985) es artista, vive en Tucumán. Se graduó de la Lic. en Artes Plásticas por la UNT y continuó sus estudios en Programa de Artistas a través de la Beca YPF (2010) y en el Laboratorio de Cine de la Universidad Torcuato Di Tella (2012). Obtuvo las becas: Residencia en EAC (Uruguay, 2019); FNA Creación (2018); Residencia El Ranchito/Matadero (Madrid, 2017); BecAR, Residencia Centro Cultural Conti (2016); beca de viaje Alec Oxenford (París, 2014) y LEA Faena Arts Center (2012). Entre sus distinciones se destacan el Premio Estímulo Salón de Mayo Museo Rosa Galisteo (Santa Fe, 2019) y Primer premio MUNT (Tucumán, 2018). Realizó numerosas exposiciones colectivas e individuales.
Santiago Villanueva (Azul, Buenos Aires, 1990) es artista y curador, vive en Buenos Aires. Tiene a su cargo el área de influencia ampliada del Nuevo Museo Energía de Arte Contemporáneo (La ENE) y fue curador del ciclo Bellos Jueves en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. Entre 2016 y 2017 fue curador pedagógico del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Es docente en la materia Estudios Curatoriales en la Universidad Nacional de las Artes (Argentina). Actualmente es editor de la revista Segunda época.