EL SALÓN DE LOS CAPRICHOS de Max Gómez Canle

Museo de Arte Moderno de Buenos Aires I Marzo 2019

El salón de los caprichos es la primera exposición antológica de Max Gómez Canle (Buenos Aires, 1972) y reúne una selección de obras de 1999 a la actualidad. Interesado en la Historia del arte y de las imágenes y dueño de una virtuosa técnica que despliega en diversas experimentaciones materiales, Gómez Canle es un protagonista ineludible de la pintura contemporánea argentina. Su trabajo reafirma la vigencia de la pintura como puesta en escena del tiempo y del imaginario fantástico.

En esta exposición, nuevas imágenes de todos los tiempos giran casi en espiral alrededor del espacio y el recorrido aviva el encuentro entre la fuerza de la tradición pictórica occidental y la voracidad contemporánea. Paisajes flamencos del siglo XV se combinan con expresiones de vanguardia, como la abstracción geométrica argentina, y con referencias extra-artísticas como los videojuegos y otros elementos de la cultura digital. El renacimiento, el romanticismo, el barroco y el surrealismo metafísico son parte de una galería inagotable de imágenes que el artista recolecta a través de libros, catálogos e Internet. La obra de Gomez Canle adquiere la forma de una enciclopedia voluptuosa y personal, una versión de la Historia del Arte cuyas páginas están cargadas de anotaciones propias. Cada nota, cada paisaje revela un goce que crece en la línea del horizonte, en esa misteriosa escisión entre la Tierra y el cielo. Ruinas, horizontes tormentosos, montañas, animales y personajes fantásticos son parte de su repertorio, que construye en una negociación permanente con el pasado, con el que elabora una relación cordial, lejos de la nostalgia, próxima a la sensualidad y al juego.

Cuando se pronosticaba que con la llegada del año 2000 y el consiguiente cambio de milenio se produciría un colapso en los sistemas informáticos, Max comenzó a trabajar con un método temporal no lineal, en el que su visión de la pintura contemporánea avanzaba, paradójicamente, hacia atrás, hacia los costados y hacia adelante. El método MGC alcanza su presente perfecto en pinturas anacrónicas en las que conviven en armonía elementos de mundos diversos, cada uno con su propia naturaleza, condición y temporalidad. En esa operación arremolinada, aunque piadosa, aparece su imaginario fantástico surgido de elaboradas combinaciones analógicas y digitales.

Esta exposición incluye obras de diversas series así como trabajos inéditos: desde sus primeras obras como Pampas (1999), unas pequeñas aguatintas que evocan la metafísica llanura argentina; Túnel (2007), donde el paisaje asoma a través de figuras geométricas vinculadas a la obra del artista concreto Raúl Lozza o Primera montaña (2001), en la que incorpora la cultura digital en personajes pixelados, hasta las torres que aparecen de manera recurrente en los más variados escenarios, celestiales y terrestres, que citan la obra de Roberto Aizenberg y que resuenan, de lejos, con la visión del arquitecto Francisco Salamone. Y con su afán de aprender de los maestros, entabla quizá la relación más inocente y pedagógica con ellos a partir del proyecto “Amigos del siglo XX”, que desde los comienzos del 2000 comparte con María Guerrieri. Se trata de una colección realizada para la intimidad del hogar, obras de las vanguardias históricas que ambos copiaron a partir de reproducciones de catálogos de Lucio Fontana, Carlo Carrà y Félix Valloton, entre otros artistas. Algunas de estas piezas de la exposición, se amalgaman naturalmente con el resto de las obras, de modo que la condición de copia queda ligeramente velada.

De sus exploraciones materiales y espaciales, El salón de los caprichos comprende tanto sus obras en cobre, madera y bronce —con las que el artista refuerza la dimensión objetual de la pintura— sus trabajos en los que desarrolla superficies ornamentales como molduras, estantes y estructuras, lo que aporta al espacio características escenográficas. En este sentido, en sus obras más recientes, el artista entra en diálogo con la arquitectura apropiándose del volumen de las paredes para inventar nuevos planos, perforando o amplificando espacios, como en Esperando a Hitchcock (2018) y en otras donde sugiere leves superficies fantasmales, como en los cinco óleos sobre pared titulados Los fósiles (2019).

Por último, en la sala se despliega la instalación central realizada especialmente para esta ocasión. Capricho sudamericano es un gran panorama en el que conviven el día y la noche, las palmeras y los pinos, el desierto y la laguna, una vastedad regional que navega en las aguas calmas de un teatro local.

Así como un paisaje puede ser el telón de fondo para una ciudad y sus habitantes, esta exposición de Max Gómez Canle es el medio ambiente natural donde se cristaliza su deseo de conquistar el espacio y la forma a partir de una secuencia de encuentros afortunados.

Ph Jorge Miño