Museo Emilio Caraffa I Texto de sala I Abril 2019
¡Soy una estrella negra!
David Bowie
La imagen del espacio lejano e inaccesible es el lugar natural para alojar el más grande de los agujeros negros: la pasión por querer comprenderlo todo y la melancolía inevitable frente a semejante empresa condenada de antemano al fracaso. Dolores Esteve le quita el polvo al acuerdo que hay entre la realidad y la ficción, sacude lo que a cada una de esas partes toca. Sus inquietudes habitan ese momento exacto en el que frente a lo real una desazón antigua la seduce, para romper su contrato con las
obviedades. ¿Debemos desconfiar de las imágenes o de sus referencias? En esta exposición, al igual que en proyectos anteriores de la artista, el tono se corresponde con cierta incredulidad como forma de posicionamiento crítico.
A diferencia de sus otras obras en las cuales utilizaba su imagen como artista, o el contexto local como referencia, su melancolía frente a la realidad se fuga esta vez hacia el espacio exterior. Como si ya no alcanzara con lo próximo. Siempre impulsada por referencias cinematográficas –otro aspecto central de su poética– la artista se
desvela por la condición frágil de lo real y esa inquietud deviene en una ficción alrededor del cosmos. Esta podría ser una afirmación que refuerza su motivación original: lo que vemos y creemos que es el planeta Marte, o los anillos de Saturno o la textura de la Luna son elaboraciones técnicas en forma de imágenes que nos aproximan a los dogmas. Necesitamos creer que son verdaderas porque organizan la experiencia vital de nuestra sociedad. La más próxima y la más lejana.
La precariedad del status de lo real es el suelo fértil para edificar las ideas que nos cobijan. El espacio exterior demuestra la avidez de Esteve por la búsqueda de la comprensión de los fenómenos “invisibles” de la vida. Si la preocupación es por la debilidad de lo real, ¿a qué hay que temer? ¿No es acaso lo invisible, lo que contiene el potencial poético primario? La noche, la oscuridad, el espacio exterior, son imágenes grandiosas que se oponen a la pequeñez inquietante de la condición humana. Basta con reparar en las sombras, ese espacio exterior tan oscuro como propio.