Bicho reactor

El galpón de las delicias I Córdoba I Marzo 2015

Alrededor de Práctica Elemental – 2ª entrega – del colectivo audiovisual Las Hijas de Israel.

“El oído es la percepción más arcaica de la historia personal, incluso antes que el olor, mucho antes que la visión, y es aliado de la noche.”

  Pascal Quignard (Odio a la música)

Vera Violeta, Esthertor y Vorticist llevan adelante desde 2013 un emprendimiento denominado Hijas de Israel[1] y con ello una misión épica: devolverle al sonido y a la imagen su condición primigenia. Y como en toda operación portentosa hay un promesa que la hace posible: ellos parecen tener algo para revelarnos, algo que nos está oculto. Autodefinen su acción como un “avasallamiento neuronal a los sentidos a través del cine expandido, arte sonoro, performance multimedial y otros medios aún no explorados”[2]. Hijas de Israel oscila entre la música noise, electrónica y “post DJ” con nueve discos editados e instalaciones audiovisuales en el marco de exhibiciones de arte contemporáneo. Y aunque hablan de dos vertientes de trabajo, en cualquiera de sus presentaciones lo que se percibe, ante todo, es su unidad conceptual.

Sus escritos-manifiestos, sus puestas en escena, sus discos, consiguen emular las experimentaciones estéticas de las décadas del 60  y 70 que muy a menudo tenían una preocupación respecto a aquel contexto de sociedades industriales. Las elecciones estéticas implicaban un compromiso ideológico, o al menos una toma de posición respecto a la cuestión de la técnica. Hijas de Israel experimenta alrededor de las formas sonoro-visuales sin despegarse de larga herencia que han dejado las vanguardias, en especial de las influencias de la música electrónica concreta, el video arte, dentro de un contexto post-industrial, aunque sus criaturas parecen viajar en un tiempo que no es concebido de manera lineal.

En Práctica Elemental – 2ª entrega la percepción de otro tiempo, la de una experiencia que despliega herramientas precarias, bajo la forma de recursos estéticos no afirmativos, es la clave de esta lectura. Utilizando los mismos medios que facilitan el imperialismo de la visión que parecen cuestionar, los contenidos tienen la forma de videos, sonidos, objetos y sujetos reactores. Una dislocación de lo real y la intencionalidad política de viajar en ese borde de otro espacio-tiempo, son los principios de un núcleo que nos recuerda la perspectiva utópica que el arte supo tener y la dificultad de facilitar experiencias poéticas afirmativas en tiempos de mercantilización obscena. La escena bien podría ser del futuro post -capitalista. Se valen de todo tipo de tecnología, en especial las que revisten de precariedad, por su costo, uso o utilidad marginal en el mercado. El tejido de inscripciones sensibles se construye sobre la base de una separación radical de los objetos del mundo mercantilizado y las equivalencias que éste impone. Este es un punto en común con las tradiciones contra-tecnócratas, aunque de reaccionario sólo queden las nostalgias que suscita. En ese sentido, este tipo de obras podría dirimirse dentro del arte post utópico.

En Práctica Elemental – 2ª entrega – fue posible vivir algo parecido a un acontecimiento como espectadores y en mayor o menor medida la implicancia estuvo dada por la creación de un espacio temporal diferido. En la instalación, allí dentro y bajo su dominio poético el arte operó como dispositivo por el cual fue posible una experiencia poética. La instalación en su diseño tuvo la singularidad de organizar cierta idea de autonomía respecto del resto de las obras que compartían la muestra. Un habitáculo separado, de fácil acceso pero de difícil empatía inicial, actualizó esta idea en relación al tiempo-espacio expositivo tradicional. Casi aislada, sólo quienes sucumbían a la otra dimensión y habitaran con sus cuerpos la cápsula, la obra se ofrecía. “El arte consiste en construir espacios y relaciones para configurar material y simbólicamente el territorio de lo común. Las prácticas del arte in situ, el desplazamiento del cine en las formas especializadas de la instalación museística, las formas contemporáneas de la espacialización de la música o las prácticas actuales del teatro y de la danza van en el mismo sentido: el de una desespecificación de los instrumentos, materiales o dispositivos de las diferentes artes, de la convergencia de una misma idea y práctica del arte como manera de ocupar un lugar donde se redistribuyen las relaciones entre los cuerpos, las imágenes, los espacios y los tiempos.”[3]

Este trabajo es la continuación de una acción anterior [4]  y la gran diferencia entre la primera y la segunda es la concepción espacial. Mientras que en aquella la puesta en escena implicaba hacer público una serie de ordenamientos y programas casi del orden dramatúrgico, en la segunda el espacio tenía la impronta de esfera privada por ende lo escenográfico perdía peso frente a la naturalidad con la que dispusieron del lugar. Antes operaban la máquina, después la máquina era parte de ellos. Cocina, comedor, dormitorio, lavadero, despensa, cochera, todo al mismo tiempo en planos superpuestos; coreografía de objetos, su utilidad, el consumo y el juego. Todo bajo la forma de “un sistema de los elementos, indispensable para el establecimiento del orden más sencillo”[5]. Allí el espectador no era invitado sino más bien era un invasor, seducido en su morbo de espiar.

Con las Prácticas Elementales han creado las condiciones para que las mismas se sucedan unas detrás de otras. La constante asume el orden político de la acción. Quizás sólo mediante la insistencia aquella promesa de mostramos lo oculto, se revele. “Es político –el arte- por la misma distancia que toma respecto a sus funciones, por la clase de tiempos y de espacio que instituye, por la manera en que recorta este tiempo y puebla este espacio.”[6] Proyección de videos en la pared, monitores encendidos, sonidos ultramusicales, ruido, colchones en el piso, desechos domésticos, la escena podía sugerir la consagración de la noche más oscura. Como cuando ponemos play a una canción; y ya lo dijo Proust sobre los efectos de la emoción musical, que a veces vacila entre dos tesis: la evocación del recuerdo a la idea de una especie de secreto último de la realidad que la música tendría el privilegio de revelar[7].

Hijas de Israel acciona el sentido alrededor de lo ordinario, lo común a todos. Y traen un fresco resplandor, ese que emite la hipótesis que lo trivial y fútil guardan verdades más esenciales sobre nosotros que las grandes condensaciones de sentido adjudicadas a lo extraordinario.


[1] Los integrantes son Fátima Madonna, Matías Díaz e Iván González.

[2] Entrevista a Hijas de Israel por Super Chango, disponible en You Tube : https://youtu.be/mnOX-7UXq_I

[3] Jacques Ranciére. El malestar en la estética. Edit. Capital Intelectual.  2011. Cap. Políticas de la estética.

[4] Práctica Elemental se realizó durante el 2014 en el ciclo de performance Aún Sin título que coordina Soledad Sánchez Goldar en Documenta/Escénicas, Córdoba, Argentina.

[5] Hijas de Israel. Práctica Elemental – 2ª entrega- texto de obra facilitado por los autores.

[6] Jacques Ranciére. El malestar en la estética. Edit. Capital Intelectual.  2011. Cap. Políticas de la estética.

[7] Clément Rosset. Lo invisible. Edt. El cuenco de plata. 2014. Cap. Lo Invisible tal como lo vemos.