Galería Quimera I Octubre 2022
Curaduría Carla Barbero y Javier Villa
Como en todo paisaje de supervivencia,
el que se queda quieto es el que muere primero.
Eugenia Almeida
Antes de ser transitada, esta superficie aérea fue pura proyección futura: la pintura interactiva de una corteza que se iría desertificando a toda velocidad por el paso (del tiempo) humano. La imagen desesperante del deterioro inevitable es solapada por el placer que provoca el sonido al craquelar y por el confort del contacto con lo blando. Los sentidos
así embriagados eluden el trabajo que implicaría evitar la devastación. Somos una especie cuyo tercio de existencia se la ha pasado sobre goma espuma en posición horizontal, sin desafiar la gravedad. En paralelo a los desiertos que generamos a cada paso, creamos un mundo onírico tan poroso como un coral. Un mundo que comparte el mismo riesgo de
fosilizarse.
En esa dimensión, invertebrada y liviana, la capa terrestre es una piel: un órgano rugoso en el que vemos simbiotizadas tanto las formas de lo mineral como de lo vegetal, del diseño humano y lo animal. La tierra se vuelve una red, una capa blanda y suave de arcilla que dura una eternidad y se aloja sobre la goma; esa espuma que en pocas décadas encontrará
su destino en el polvo. Lo que suena al quebrarse es la batalla entre un tiempo de escala humana y otro tiempo universal, profundo y expandido. Suena, también, la paradoja entre la fragilidad de lo que nos rodea y la comodidad conquistada. El encuentro entre la arcilla y el plástico como primera y última tecnologías, emparentadas por el funcionamiento capilar.
Nacha Canvas fusiona materiales y morfologías de naturaleza opuesta, sabe que para cristalizar un nuevo estado de las cosas se modela a través de la paciencia. Aerofósil es el lugar donde muchas de sus experimentaciones anteriores encuentran un pasado y también
un futuro, donde las leves variaciones de color y de densidad indican la precisión de su labor. Mientras el uso de la arcilla encarna su forma primigenia al volver a representar la tierra, la goma espuma compite con la carga civilizatoria de la cerámica, generando un nuevo estrato de ficción. Como los cortes geológicos, las capas de las obras de Nacha también nos brindan información sobre nuestro mundo, el anterior y el del porvenir.
Aerofósil es una obra que crece desde lo artificial para exponer la pulsión temeraria del goce. Tal vez el suelo no sea más que un simple instrumento de registro de nuestra lenta desaparición. El arte como tecnofósil.
PH Juan Pardo Goicochea